EN ANTOJO DE ESCRIBIR

EN ANTOJO DE ESCRIBIR
La cueva de los Tayos (Ecuador)

jueves, 6 de noviembre de 2014

QUEJIDO EXISTENCIALISTA

Por: Máximo Ortega






Estaba tan cansado que en su mente lo único que ansiaba era darse un baño y después ir a dormir. Cuando salió de la fábrica de madera en su jeep no lo pudo creer. Hacía frío. Eran las ocho y media de la noche cuando llegó a su casa. Dejó el libro “El mito de Sísifo” sobre la mesa. Se puso triste al subir las escaleras. Su mujer hacía más de un año que lo abandonó. Apenas llegó al cuarto de baño se desnudó y metió a la ducha. Se estremecía de placer cuando su cuerpo recibía los chorros de agua caliente. Todo su cuerpo se relajaba. Cuando la cascada excitante le acariciaba la nuca, el cuello, sus espaldas, sentía algo así como pequeños orgasmos. El recuerdo de sus hijos, del sueldo que a fin de mes recibiría, pasó a segundo plano. Era fascinante aquel paraíso acuático con burbujas y vapor. De pronto, el sofocante calor. Estaba absolutamente solo en medio del desierto. Ni un alma. Ni una planta a su alrededor. Sólo arena y sol. ¡Dios, esto no tiene sentido! Luego vino la tristeza. Los recuerdos del pasado se volvieron en preocupaciones del futuro. No tenía norte ni sur. La angustia penetró en su ser. Se puso a mirar el sol con dificultad y mientras lo miraba inesperadamente un viento gélido, extraño, comenzó a golpear su cuerpo desnudo. Encorvado tiritaba. Entonces, oyó una voz misteriosa que decía: «¿Es que acaso la naturaleza no cuenta para ti?.» El no reparó en esa voz. «¿Qué hay de la naturaleza?», insistió esa voz.» «¡Ah, la naturaleza!», reaccionó el hombre con nerviosismo. «De eso se encargan las transnacionales. ¿Por qué estoy aquí?» Y la voz reclamó: «Los hombres destruyen la naturaleza. Las cascadas son destruidas por las fábricas. El ser humano es maltratado por las máquinas... ¡Eres cómplice!». «No es así», se defendió el hombre. «Quizá lo hago por necesidad. ¿No sé hacia dónde voy? A veces me dan ganas de suicidarme.» Pero la voz lo compadeció: «Alguien, que siempre ha estado contigo quiere ayudarte. No caigas en el absurdo, en la angustia. Estás a tiempo de evitar que lo verde se vuelva gris, que la esperanza se convierta en la nada...». «Seré un hombre nuevo», dijo con humildad. «¡Sí, voy a cambiar! Buscaré otro empleo, reharé mi vida... »
Cuando estornudó se dio cuenta de que el chorro de agua estaba frío. Cerró rápidamente la llave y cogió una toalla.

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