Por: Máximo Ortega
Las ventanas con cristales rotos, dejan
pasar el viento frío que ruge en esta sombría y abandonada sala...
en la que ahora estoy relajado, y no tenso como aquel día en el que te esperaba para decirte que no abrieras LA PUERTA... Pero, ¡maldición!, tuviste que abrirla y entrar primero cuando apreté el gatillo...
…Cuando me di cuenta de lo que había hecho, fue tarde. Tú
estabas en el suelo, boca abajo, muerta...
¡Cómo maldigo aquella noche que te conocí en la cantina!
Bebías y me mirabas de una forma agradable, de una manera tal como no me había
ocurrido en muchos años. Y tus ojos negros me cautivaron. ¡Cómo me arrepiento
de haberte traído hasta mi lecho de viudo solitario para satisfacerme de tu
joven cuerpo!...
¡Cómo no quisiera
retroceder el tiempo para controlarme! Pero fue imposible: ya estaba enamorado
de ti, para nuestra desgracia!… No niego que era
celoso y que sufría cuando no estabas conmigo…
Todo comenzó a cambiar cuando la gente del pueblo
rumoreaba cosas malas de ti. Decían que te veías con el joven inepto que trabajó conmigo, y que era hijo, para mi mala suerte, de mi otrora
amigo Rodrigo… Pero había un chisme que en verdad sí me molestaba, se refería
a que te encontrabas a solas con él, ¡y para el colmo!, en mi propia casa…
Aquel nefasto día, mi rabia llegó a su límite.
Para desahogarme, me puse a beber…
En esos momentos, tú debías de haber creído que
me encontraba en el mercado, en mi negocio… pero no, esa mañana suspendí mi tarea. Quería comprobar la verdad con mis propios ojos...
Envalentonado, volví a casa... Pero, ¡maldición!, no aparecías… Entonces, lleno de rabia,
saqué mi REVÓLVER y subí al dormitorio: quería ajustar cuentas con el
sinvergüenza, quería decirle que se alejara para siempre de ti….
Pero los dos no aparecieron... No me quedó más remedio
que esperarte sentado en la butaca, en la misma que ahora estoy
sentado…
¡Por fin iba a saber si los rumores eran ciertos o no!
Mientras los esperaba, por momentos, dudaba si debía o no hacerlo. Hasta veía la posibilidad de abandonar la casa e ir a seguir libando y dejar
las cosas como estaban, todo porque te amaba... Pero, ¡maldición!, debiste de haber sido tú la que
abrió LA PUERTA y pasar primero a la sala…
A él ni siquiera lo vi, supongo que apenas te vio caer
en el suelo, en medio de los gritos, huyó como una rata… Como ves, no pude contener mi arrebato, y sin querer te DISPARÉ…
No sé por qué lo hice: yo sólo quería dar al tipo un
escarmiento, a ti jamás me hubiera atrevido a hacerte daño… Pero fue tarde, ya estabas muerta... Y, para mi
desgracia, no podía soportar la idea de quedarme sólo en aquel mundo, a pesar
de que supe que nunca me quisiste, que estabas conmigo sólo por mi dinero…
Después de nuestra tragedia, no he podido abandonar la
idea de pedirte una nueva oportunidad… ¡Quiero que estemos los dos, eternamente
juntos para no tener que escuchar nunca más las habladurías de la gente! ¡Sí,
solos y felices por siempre en esta casa abandonada, recorriendo día y noche
nuestros pasos…!
FIN