Ponencia
(ensayo) presentado en la Feria Internacional del Libro por Máximo
Ortega
“Pienso que en 20 o 30
años las novelas serán como lo que hoy es la poesía: un objeto de culto”. Philiph Roth
I
¿Agoniza la novela?
¿Escribir tiene futuro en tiempos de invasión del internet y medios
audiovisuales? ¿Vale la pena escribir para que no te lean o sólo por el simple
placer de escribir?… ¿Acaso la novela se está extinguiendo?... Para tratar de
responder a estas interrogantes me aventuré a realizar, digamos, este ensayo
con un título quizá exagerado: El fin de la novela y novela apocalíptica. Claro
que el tema podría ser trillado (alguien dirá que sobre esto ya se ha hablado
bastante), pero no importa… También, es mi afán relacionar este tema con un libro
que publiqué por primera vez en Madrid[1], de título El arcoíris del tiempo. Se
trata de experimentar, de utilizar como conejillo de indias a esta mi obra y
así establecer si es una “novela apocalíptica”, si es un conjunto de relatos,
de narraciones, donde se mezclan varios subgéneros lo que equivaldría a decir
que, en el mejor de los caos, es algo similar a una novela, a una especie de
novela (debido a influencias modernistas); o incluso determinar si son ambas
cosas, una novela apocalíptica con una estructura que trata de poner fin a la
novela como escritura.
Todo el tiempo nos estamos preguntando si la novela ha muerto, cuál es
el futuro de esta, pero la verdad es que han pasado varias décadas y el asunto
sigue latente, sin que nadie de una respuesta concreta; cada vez se parece al
tema de la muerte del arte que discuten los futuristas y dadaístas. Cuando se
trata de la poesía, no se oye frecuentemente la pregunta de que si esta ha
muerto o no, quizá porque es más antigua que la novela, o tal vez porque detrás
de la poesía hay menos poetas, o tiene menos adeptos que la novela. Con la
novela, la cuestión es diferente, siempre la están asesinando, quizá por su
fama, porque, por ejemplo, el cine, el guion, entre otros, se valen bastante de
ella.[2] Cuando a Mainer[3], le preguntaron a qué atribuía la cíclica muerte y
resurrección de la novela, respondió que a la ausencia de pedigrí. Mainer
prosigue que a cada rato la matan debido a su polémico nacimiento: con ausencia
de antecedentes, o con bastante, pero ni uno solo concluyente. Luego, agrega,
que los escritores al tener cierta tendencia apocalíptica, hacen que de forma
cíclica se diga que la novela ha tocado su fin. Y en verdad, la novela, a
diferencia del teatro y la poesía, por cierto viejos, y que no han perdido su
sustancia, es joven en relación con ellas; pero a decir verdad ahora se
encuentra enferma, se ha visto acorralada, irrumpida por otros géneros, que la
han vuelto inestable.
Al hablar de la muerte de la novela, se tendría,
también, que diferenciar entre la muerte de la novela en su
ámbito de análisis
literario, o su deceso como diversión; o como una forma de
promover el arte por el arte. En mi caso, sobre su
muerte, creo que se debería considerar dos aspectos, tal vez contradictorios, el primero sería uno interno, relacionado con la novela como escritura,
como género, como sustancia, esencia; y el otro, el aspecto externo, es decir,
la novela como libro digital o impreso, que influye en la gente, en la cultura de un pueblo. Así pues,
la novela como género, podría seguir viviendo bien sea pocos o muchos años; y,
en cambio, la novela como medio que influye en una sociedad, o como forma de entretenimiento tendría los años
contados. En suma, la novela como género podría seguir viviendo mientras existan
novelistas fieles a la causa, que dan su vida por la novela, que
sin importarles el momento, la época, si su obra a va a ser leída o no, se arriesgan a publicar, que si estuviéramos en el años 2030 0 2040,
seguirían escribiendo y publicando aunque nadie las leyera porque, quizá, ya pasó de moda, o en el mejor de los casos lo leyera en su libro
electrónico uno que otro novelómano. Y, en cambio, lo segundo, como medio de
influencia, o de entretenimiento, sin
importar si es buena o mala la novela, si es famoso o no el novelista, si es
hiper modernista, o tradicional en su técnica, quizá tenga los años contados, y
ello debido a
la disminución de
lectores, que ahora apuestan por los medios electrónicos de comunicación. Aquí valdría mencionar a Henry James[4] que en su
ensayo “El futuro de la novela” (1899), decía que la novela está muy ligada al futuro de una sociedad que la produce y
consume; e incluso a Milan Kundera que decía: “…si la novela debe realmente
desaparecer, no es porque esté completamente agotada, sino porque se encuentra
en un mundo que ya no es el suyo”[5].
Kundera decía también que “…si la razón de ser de la novela es la de
mantener el “mundo de la vida” permanentemente iluminado y la de protegernos
contra “el olvido del ser”, ¿la existencia de la novela no es hoy más necesaria
que nunca?”[6], pero la verdad es que en esta época no es así, las cosas han
cambiado, los nuevos medios de comunicación quizá son los culpables. La novela
y los novelistas, tienen que influir en la sociedad, en la cultura, en el arte,
como una forma de seguir viviendo, como una forma de evitar entrar en crisis y
morir. Sobre esto, Rodriguez[7], refiere que en 1996 el novelista Franzen
publicó el texto “¿Para qué molestarse?”, en el que repasó que en la actualidad
a los norteamericanos les importa menos las novelas que cuando vio a la luz la
obra “Trampa-22”, (novela de Joseph Heller, 1961), -según él-, el último
ejemplar en su especie que había influenciado en la cultura de Estados Unidos,
y que esa falta de capacidad para influir se conocía como crisis. Esto de la
influencia, me hace preguntar si las novelas, y también los novelistas,
¿deben o no influenciar, por ejemplo en la sociedad, en la política, como en su
tiempo lo hicieron “El Quijote” y Cervantes, “Los miserables” y Víctor Hugo,
“Germinal” y Zolá, “Ulises” con Joyce, “En busca del tiempo perdido” con
Proust, o como el “Ruido y la Furia” y Faulkner, o como “Los Sangurimas” y José
de la Cuadra, o como “Cien años de soledad” y García Márquez, o como “Las
cruces sobre el agua” y Gallegos Lara?; pero, también, lo de la crisis, me hace
recapacitar respecto de si durante este siglo XXI la novela va a sufrir o no
una grave crisis, o quizá, ya está saliendo de su crisis y apunta a su
recuperación, que a la postre dará lugar a un proceso de transformación, hacia
algo mejor; no precisamente a resucitar, sino a lograr cambiar de forma y de
contenido, a cambiar como género y como medio de influencia. Quizá podría darse
con la novela eso que anuncian algunos optimistas (antiapocalípticos), de que a la Tierra, a la humanidad no es que le espera el fin del mundo, sino la transición hacia una nueva era, desde luego mejor que la
actual. En
verdad, en poco tiempo a la novela le puede llegar no su final, sino su transición
hacia algo mejor, acorde con las
transformaciones que están dando en la humanidad. Y esto de la crisis, a la que
dicho sea de paso no deberíamos tener miedo (sería la muestra de que se está
evolucionando), tendría su razón de ser en el hecho de que la novela ha sufrido
una serie de cambios, ha sido un género abierto que ha permitido la
introducción de una serie de elementos diversos, ha permitido una libertad
tanto en su contenido como en su forma. Ahora, al parecer, la novela necesita
una transformación, para así llegar hacia un nuevo modelo en donde podría hasta
cambiar de nombre, pero no perder su esencia, algo así como cuando del romance
se llegó hasta la novela.
En el siglo XIX, época en la que no había la radio y la televisión, el
entretenimiento de la gente eran las novelas por capítulos (me viene a la
memoria Tristram Shandy de Sterne), no
tenían competidores y tenían un público seguro. Luego,
con la radio aparecieron las radionovelas que también tenía seguidores fieles; pero cuando apareció la TV, llegó
la era de las películas de cine,
teleseries y telenovelas, con lo que la novela y los cuentos comenzaron a padecer… Pero la cosa se complica mucho más cuando aparecen las computadoras,
los VHS y DVD, los celulares y los videojuegos. Y más
aún, cuando llegan
los medios de masas,
digamos que no tradicionales: el
internet, el youtube, el Facebook y el twitter… lo que, dicho sea de paso, también ha generado, y genera cada vez más, una terrible crisis, por
ejemplo, en los periódicos
y revistas impresos: ya se habla con
más frecuencia de los medios de comunicación digitales, virtuales, también, de los
libros electrónicos. Así pues, la novela se encuentra en medio de ese gran aluvión, lo que le generará
serios problemas a futuro, por no decir su agonía y muerte… Claro que esto de la
agonía de la novela, sería más visible en
países en vías de desarrollo, en donde las políticas de educación y cultura no
son prioritarias para los gobiernos. En estas sociedades la
novela no tiene su público más o menos numeroso, o leal, como lo tendría, por
ejemplo, la música, el cine o el futbol. Si hiciéramos una encuesta, veríamos, por ejemplo, que en los
colegios muy pocos estudiantes han leído en su vida una novela o un libro de
poemas, y peor un ensayo literario, y si lo han hecho, quizá ha sido por obligación, porque se les exige hacerlo para pasar de año en tal o cual materia[8]. Y, lo que es peor, la muerte de la novela, se haría más cercana cuando vemos, por ejemplo, que la gente se anima
a leer una revista, un libro y hasta el
periódico sólo cuando es un resumen; la
gente busca los resúmenes. Y si es una novela interesante, de doscientas o trescientas
páginas, en el mejor de los casos, se salta las páginas, lee los capítulos
interesantes, y todo ello, quizá, porque tienen pereza de leer o porque vivimos en un mundo acelerado. También está el hecho de que no es lo mismo leer las palabras del texto, a veces utilizando lentes, que mirar o ver la
televisión o el cine, que es más simple, cuyas imágenes se captan más rápido en
la mente. Luis Goytioslo[9] decía que la novela está en decadencia porque en la práctica ya no es un
vehículo de expresión ideal para una sociedad, y ello porque el libro cada vez pierde más importancia frente a lo audiovisual. Por su parte, Philiph
Roth[10], más que de la muerte de la novela hablaba de la muerte del lector.
Decía él que todo el tiempo habrá novelas, es decir mientras existan
novelistas, pero lo que ya no habrá son lectores, así pues, anunciaba la muerte de los lectores. (Vale
la pena tomar en cuenta que la masa, la gente,
quizá, jamás se va a
percatar de que las películas vayan a
profundizar en la psiquis de un
personaje, nunca se van a dar cuenta de que, por ejemplo, en una película se pueda explicar, verbigracia, el
origen de la maldad de un personaje, lo que
si ocurriría en una novela. Sobre este punto, vale preguntarse, para los que nos gusta el cine y la literatura, si no
nos ha pasado que cuando vemos una película basada en una novela, no nos
desesperamos por ir a buscar dicha novela para enterarnos de más cosas, de
detalles, en fin, que se omitieron en la película).
A pesar de todo, actualmente, los que defienden la existencia de la
novela son bastantes, dentro de los que se incluyen críticos que hasta hace
poco avizoraban su desaparición. En definitiva, lo importante es que hoy la
novela aún sigue con vida, mañana no sabemos qué podría pasar. Mientras vivamos
en el presente, la idea sería seguir escribiendo novelas. Milan Kundera decía
que “Se habla mucho y desde hace tiempo del fin de la novela: fundamentalmente
los futuristas, los surrealistas, casi todas las vanguardias. Veían desaparecer
la novela en el camino del progreso, en beneficio de un porvenir radicalmente
nuevo, en beneficio de un arte que no se asemejaría a nada de lo que ya
existía. La novela sería enterrada en nombre de la justicia histórica, al igual
que la miseria, las clases dominantes, los viejos modelos de coches y los
sombreros de copa. Así pues, si Cervantes es el fundador de la Edad Moderna, el
fin de su herencia debería significar algo más que un simple relevo en la
historia de las formas literarias; anunciaría el fin de la Edad Moderna. Es por
lo que la sonrisa beatífica con la que se pronuncian necrologías de la novela
me parece frívola[11]”.
Para terminar esta parte, cabe preguntarnos: ¿qué se debería hacer para mantener con vida a la novela? ¿Cuál sería la
solución?... Quizá, en lo interno, sería la mezcla de
géneros; y, en lo externo, hacer, por ejemplo, que en la novela se intercalen entre las palabras
gráficos, o en el caso de los libros digitales, intercalar entre los capítulos
mini escenas de películas (o los booktrailers). En verdad que el futuro de la novela tal vez pase por la mezcla de géneros (y subgéneros), por el tipo, por el tema:
quizás a las policiacas, judiciales, a las de ciencia ficción, a las eróticas, les vaya mejor. Será lo híbrido lo que se acabará
imponiendo en los próximos años.
II
¿Novelas apocalípticas?
Normalmente el término apocalipsis es usado para referirse al final de
los tiempos, al Armagedón. Y como hablamos de novelas[12] y de apocalipsis, valdría mencionar que estas se refieren a historias terribles
donde el planeta Tierra, la
humanidad, será destruida por las plagas, las guerras, la caída de un meteorito. Pero también se referiría a aquellas anti utópicas (distópicas) donde los humanos, el hombre
como individuo, es aniquilado
sistemáticamente, por ejemplo,
por un Estado totalitario.
¿Por qué la gente habla del fin del mundo?, ¿por qué a algunos
novelistas y cineastas les gustan los temas del apocalipsis? La razón, quizá,
es porque actualmente la humanidad ha llegado a una situación tal en donde la
superpoblación, las crisis económicas, la violencia, la delincuencia, ha
provocado un pesimismo, una depresión y angustia extremas, que hace que
tengamos miedo e incertidumbre del futuro, que ocasiona que a cada momento
estemos anticipando el fin del mundo, lo cual es aprovechado por unos cuantos
“profetas” para obtener dinero a costa de los ingenuos, y también, en sentido
positivo, es aprovechado por novelistas, guionistas, o cineastas, para obtener
dinero, por un lado, pero también para crear mensajes a los lectores y espectadores
respecto del mal trato que le estamos dando a la Tierra, de la maldad que
existe entre los humanos, etc. Novelas que tocan estos temas, son
incontables; pero podríamos enumerar, entre
otras, las siguientes: El mundo
de cristal, de Ballard, en donde plantea la
destrucción del planeta debido a un misterioso proceso de cristalización que
convierte todas las cosas en gemas; La amante de Wittgenstein, de Markson, que se refiere a los recuerdos de una mujer que cree que ser la última persona que puebla la tierra; la famosa Ensayo sobre la ceguera, de Saramago, que habla de la crisis moral que sigue a una
epidemia de ceguera blanca; El día de los trífidos, de Wyndham, que toca el tema del salvajismo que nos llevará a la
catástrofe debido a que la mayoría de humanos, excepto unos cuantos, fueron
cegados por la aparición de un meteorito, y también fueron exterminados por
plantas venenosas, los trífidos; Apocalipsis, del popular y famoso mago de la novela del terror Stephen King, en la que nos cuenta que el fin del mundo se da
por la presencia de una plaga vírica; El fin de la infancia, del conocido novelista de ciencia
ficción Arthur Clarke, autor también de la clásica 2001: una odisea espacial, en la que nos narra que
el fin del mundo se produce por una invasión extraterrestre, quienes controlan la Tierra para evitar la extinción de los humanos;
Galapagos, de Vonnegut, donde nos
cuenta la historia de un grupo hombres, que naufragan
en 1986 en la isla ficticia de Santa Rosalía
(Islas Galápagos, Ecuador), mientras huían de una terrible crisis financiera mundial. Luego, una extraña enfermedad hace estériles a todos los humanos a excepción de los recién
llegados a Galápagos constituyéndose en los últimos representantes de nuestra raza. Es
interesante anotar que el narrador, quien
se encuentra en el futuro, narra la forma cómo se terminó el mundo, y un millón
de años después, nos relata que se ha producido una alteración
genética en los seres humanos lo que
provocó que llegaran a tener el cerebro más pequeño, pero
también, que se volvieran más felices;
también, valdría mentar la obra La carretera, del considerado uno de los
mejores novelistas vivos de Estados Unidos, me refiero a Cormac McCarthy. En esta
obra se relata la historia de un futuro
cercano devastado por una catástrofe, en donde un padre y su hijo, deambulan por una carretera, en un lugar muy frío y donde todo se ha vuelto miseria, en un mundo en dónde todas las otras especies se han extinguido y todos
los alimentos
se han agotado, donde los
humanos, para no morirse de hambre, se han vuelto
caníbales. Finalmente, entre las novelas distópicas estarían, entre otras: “1984” de George Orwell, “El
Proceso” de kafka, “Un mundo Feliz” de Aldous
Huxley y Farenheit 451 de Ray Bradbury.
III
¿Mi obra El arcoíris del tiempo es una novela apocalíptica, o se refiere
al fin de la novela?
Respecto de mi libro El arcoíris del tiempo[13], no sé si se encasilla
dentro de una novela o de un conjunto de narraciones separadas. Eva Nombela
decía que “Esta obra está integrada por dos partes, la primera contiene
un relato base y la segunda un conjunto de cinco relatos; estas seis
narraciones presentan diferencias de tono en lo que concierne al estilo, y que
podrían ser tomadas separadamente, en cierto modo, como relatos casi
independientes, o por el contrario, como narraciones que conforman una
estructura unitaria, entre las que se puede apreciar una serie de vínculos o
elementos de refuerzo que proporcionan cohesión a la obra concebida como
totalidad”[14].
Estas seis narraciones por separado, o capítulos que en conjunto formarían una
novela, se desenvuelven dentro del realismo fantástico, de la ciencia ficción,
del surrealismo. Esto último, sobre todo en el texto “Hipnosis mortal” de
complicada construcción, conformado por materiales heterogéneos en una técnica
de collage, con una pretendida simulación de escritura automática, fuertemente
influida por el surrealismo[15].
¿Al existir cohesión y pluralidad, y un complejo sistema de narradores,
entre otras técnicas, y encima, al manejar una temática relacionada con lo
apocalíptico (el final del planeta Tierra, el exterminio de la humanidad,
debido al cambio climático, a la degradación de la naturaleza, al inicio de una
tercera guerra mundial), quizá escribí al mismo tiempo una novela apocalíptica
y sobre el fin de la novela? Y todo ello porque en las “narraciones” de El
arcoíris… quizá hay una mezcla de géneros (término polémico): poesía, cuento y
novela…, al igual que subgéneros: ciencia ficción, fantasía, realismo social,
surrealismo… tal vez, influenciados por la globalización, las profecías del fin
del mundo, tecnología, superpoblación-pobreza. Así pues, vale preguntarse,
también, si no será que esta hibridación, o esta fusión de diversas formas
narrativas, son las que podrían terminar imponiéndose en el futuro. ¿Tal vez
estemos asistiendo al apocalipsis de la novela, al inicio de una nueva era
narrativa, que indudablemente ya no se llamará novela? ¿O, simplemente, lo mío
no fue más que sólo desear hacer una novela apocalíptica y fracasé en el
intento?
Y puesto que este III encuentro internacional trata además de ciencia
ficción, memoria e identidad, vale indicar que El arcoíris del tiempo tiene
también que ver con la identidad en este caso ecuatoriana. Memoria e identidad
son interdependientes. “El significado esencial de cualquier identidad
individual o grupal, a saber, un sentido de igualdad a través del tiempo y del
espacio, es mantenido por el recuerdo; y lo que es recordado está definido por
la identidad asumida”[16].
Actualmente “la construcción natural de identidades se está volviendo evidente,
particularmente en el mundo occidental, donde las viejas bases de las
identidades nacionales están volviéndose rápidamente indeterminadas por la
globalización económica y la integración política transnacional”[17]
Así pues, en mi obra El arcoíris del tiempo existe un dato esencial consistente
en que la ciencia ficción, la fantasía se nutren, por ejemplo, de la identidad
cultural de dos de los personajes: Adriano y Fernandito, el uno del sector
urbano y el otro del campo, el uno blanco y el otro indígena, que al viajar a
otro mundo, a otra dimensión, revelan sus verdaderas personalidades en
situaciones extremas, lo que será determinante a la hora de tomar la decisión
de regresar a la Tierra, para ese entonces afectada por el inicio de la tercera
guerra mundial. El entramado simbólico de El arcoíris… resulta de sumo interés.
El más patente de los símbolos utilizados es el del arcoíris. Este
impresionante fenómeno meteorológico es en líneas generales un símbolo de
manifestaciones divinas de carácter benevolente, alianza entre lo terrenal y lo
supraterrenal. Viene a ser el arcoíris símbolo de la ilusión, promesa de
felicidad. Una de sus funciones en el relato vendría a constituir el anuncio de
un espacio utópico. Para los incas[18]
se refería a la corona de plumas de ILLAPA (Dios del trueno y de las lluvias).
Nefasto, pues, entre los incas, el arcoíris es una serpiente celeste. “Recogida
por los hombres cuando no era más que un gusanillo, a fuerza de comer tomó proporciones
gigantescas. Los hombres se vieron obligados a matarla porque exigía corazones
humanos para su alimentación. Las aves se bañaron en su sangre y su plumaje se
tiñó de los vivos colores del arcoíris”.
Pero, ¿qué es lo que a El arcoíris del tiempo la haría una novela? Entre
otras razones serían: “a) La ficción de un narrador global, procedente
de otra dimensión espacio-temporal, Bolsandaq presente como voz narradora en
todos ellos, pero con diferentes grados de participación. b) Una
preocupación central por la ecología que aparece igualmente en todos ellos. c)
Una organización temporal: “Antes” y “Cuando vino la guerra” que afecta a todos
los relatos, relatos en donde, en un primer momento, se preludia la guerra, el
apocalipsis, y otro posterior en el que se muestran las catastróficas
consecuencias de ésta en relación al entorno. El relato base “El arcoíris del
tiempo” está narrado en pasado, constituye una evocación de un experimento
realizado con dos jóvenes terrestres trasladados a otra dimensión espacio-temporal
(Jesmarché). Otro tanto ocurre con Encuentro interdimensional; el texto se
narra en pasado y se mueve en la misma órbita temporal que el relato base. Sin
embargo, el narrador se vale de la máquina del tiempo, y en consecuencia no
puede intervenir ni alterar el orden de los acontecimientos y transcribe sus
observaciones en presente, como puede constatarse en los preliminares que
preceden a los tres últimos anexos: Así que eso es el amor, Hipnosis mortal y
El mar que no conoceré. d) En lo que concierne a los personajes, éstos
se adscriben a un universo bastante peculiar, compartiendo un espacio ficticio
común. Diferentes personajes se erigen como protagonistas eventuales o como
narradores de los diferentes relatos. Así como Galdós, Balzac o E. Pardo Bazán
configuraron en la totalidad de su producción un universo literario particular,
en el que un personaje secundario en una obra podía convertirse en el
protagonista de otra. Dicha técnica puede afectar también a una obra en
exclusiva: Dublineses de Joyce. Algo similar ocurre aquí, diferentes personajes
se erigen como protagonistas o como narradores provisionales de los distintos
relatos, habiendo aparecido anteriormente como personaje secundario o no haber
sido más que objeto de una débil mención. Procedimiento que podría prolongarse
hasta el infinito, teniendo como constante punto de referencia el relato base:
El arcoíris del tiempo[19]
Y gracias a tal artificio el texto se presenta como duplicación de la
novela normal. La obra no se nos presenta como novela ordinaria de acuerdo con
parámetros tradicionales (Dávila Vázquez, la califica de modernista), sino
como extraño producto experimental de un extraterrestre (Bolsandaq) del cual se
nos ocultan los propósitos últimos, así como los receptores intrínsecos o
inmanentes del susodicho experimento. La ficción de Bolsandaq como narrador
global en la novela no es realidad pues, sino que pretende un efecto de realidad.
En todo caso, de suma importancia, resulta el distinto enfoque narrativo
adoptado por Bolsandaq en las sucesivas narraciones que integran la obra, así
como en el relato base.
“Aún cuando lo fantástico constituya la nota predominante en el libro,
la diferencia de tono entre las distintas partes de la novela es patente. En
todo caso, el relato base: “El arcoíris del tiempo” se presenta muy próximo a
la “ciencia ficción”, caería dentro del grupo de las utopías, que constituyen
un género propio a caballo entre la teoría política y la literatura.(…)
Jesmarché (ciudad extraterrestre) se configura como utopía ideal, en cierto
modo, como cuadro de un mundo que no existe en efecto, que es solamente
imaginación, pero cuyos rasgos expresan el deseo primordial y originario de lo
justo, la imagen utópica es un paisaje de lo que debe ser, de lo que quien la
imagina desearía que fuese en realidad”.
“En suma, podrían valorarse aquellos aspectos positivos de estas
imágenes sublimadas en las que se proyectan idealmente las posibilidades que
encerraría la convivencia humana en un orden justo. Así pueden recogerse de
esta visión como aspectos esenciales los siguientes:
-La historia ya no tiene cabida en ese universo utópico, puesto que ésta
no es más que la recopilación de los errores humanos: guerras, revoluciones,
imperios que cambian su configuración, etc., y se supone que tal sociedad ha
logrado su plenitud y que es imposible la superación. El movimiento queda
anulado, tiene pues algo de presente absoluto, que impide que haya futuro.
-Por otro lado, los individuos se rigen por normas éticas, que parecen
surgir del convencimiento personal y muestran una actitud coherente que
posibilita la convivencia armónica de los seres de esa sociedad, y no es el
poder omnímodo del Estado el que garantiza la paz y el orden.
-Es un mundo extraordinariamente tecnologizado, pero preocupado por
mantener el equilibrio ecológico.
-Es una sociedad excesivamente racionalista, en la que queda excluido lo
irracional y lo afectivo; una sociedad, pues, racionalista y fuertemente
tecnologizada.
Por otro lado, “aunque las voces narrativas se multiplican en la novela
constituyendo una auténtica polifonía, hay una preocupación constante por la
ecología, es una cosmovisión que viene a replantear las relaciones del hombre
con la naturaleza. El tema que está presente, sin excepción alguna, en todas
las narraciones que conforman El arcoíris del tiempo, aunque en mayor o menor
medida. A veces, incluso de forma solapada, pero no por ello menos
significativa. La naturaleza amenazada por los desmanes del hombre se erige en
auténtica protagonista, realidad de la que el ser humano no puede vivir
desligado. Esa violenta disociación ha dado como resultado el que la naturaleza
se reduzca a algo informe y desencializado, en materia prima, que el hombre con
su voluntad de dominio, con actitud impositiva pone a su servicio. Se persiguen
fines inmediatos, intereses lucrativos sin reparar en medios. También los
hombres que, asimismo, pierden su sustancialidad, se convierten en
conglomerados que se deben organizar con el fin de que alcancen cierta
configuración al servicio de fines extrínsecos. Es decir, se termina
cosificando a los sujetos mismos. Se convierten en medios y dejan de ser fines.
Así, pues, el hombre actual en su ciega carrera tecnológica y armamentística,
que amenaza el equilibrio ecológico de la Tierra y que compromete la
continuidad de la vida humana sobre el planeta ante el peligro de un holocausto
nuclear, expresa dramáticamente la pérdida de sentido de nuestra civilización.
Por ello, se apela a la conciencia del hombre, de la cual procede toda
intencionalidad y elemento interpretativo de la realidad a fin de que éste
deponga actitudes erróneas o de evitar que se deje arrastrar pasivamente o de
forma inauténtica por los acontecimientos”.
“Aun cuando la obra presenta de manera insoslayable las
consecuencias catastróficas de una naturaleza amenazada no puede juzgarse de
pesimista, sino que se resuelve, por el contrario, como una apertura a la
esperanza, en un intento de recuperar una visión más integrada del hombre y en
un deseo de modificar turbulencias que han llevado al mundo en que vivimos al
borde de sus posibilidades. Con todo este trasfondo en el libro se nos
evidencia que el único paraíso posible es nuestro planeta, yendo más allá de la
utopía si cabe, y asimismo se expresa el anhelo de recuperar unos vínculos
religiosos con la naturaleza, sin que por ello suponga, ni mucho menos,
propugnar el regreso a un estadio primitivo y renunciar a avances tecnológicos”[20].
Así pues, en mi libro “El arcoíris del tiempo” a lo mejor, sin quererlo, más
bien hice una novela apocalíptica con rasgos estructurales que apuntan a una
aproximación a la novela del futuro, y no un conjunto de narraciones que en
evidenciarían de que no pude escribir una novela debido a que esta se encuentra
en agonía o decadencia.
[1] En Ecuador hay una
edición publicada por Edit. El Conejo, 2010; así como existe la versión en
ebook de Amazon, 2014.
[2] La novela llegó tarde
comparada con otros géneros literarios. Con el “Don Quijote de la Mancha”
hablamos de auténtica novela como género y técnica, como novela moderna.
[3] Tomado del Articulo de
RODRIGUEZ, JAVIER: “La muerta viva”, Sección cultural diario “El
país” de España.
[4] Tomado de ALFRED
SARGATAL: "Diario de 360 º" o el Mestizaje de los géneros, Revista
Ínsula, nº 652 (abril 2001)
[13] Edit. Huerga y Hierro,
Madrid, Edit. El Conejo, Quito 2010, y Amazon.com, en versión electrónica,
2014.
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