EN ANTOJO DE ESCRIBIR

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La cueva de los Tayos (Ecuador)

miércoles, 25 de febrero de 2015

VIVIR DESPUÉS DE LA MUERTE DE LOS SUEÑOS: FRANZ KAFKA



Por Máximo Ortega.
Uno de los escritores que más discusiones sigue suscitando  dentro  del  mundo de  la literatura contemporánea, es sin lugar a dudas el checo Franz Kafka (1883-1924)[1]. Bien vale,  por tanto,  bosquejar algo acerca de la personalidad y obra literaria de este genio, autor de La Metamorfosis, El Castillo, El Proceso… Pero al hablar de Kafka, tenemos inevitablemente que mencionar un sinnúmero de aspectos que rodearon tanto su persona cuanto su obra: la angustia, la imaginación, la fantasía, la locura, el pesimismo, la soledad, la estética, el miedo, la rebeldía. Sin embargo, tocaremos sucintamente algunos puntos.
La crítica literaria contemporánea sitúa a Kafka dentro de los precursores de la literatura existencia! y del absurdo. Además, por sus pasajes oníricos, muy frecuentes en la mayoría de sus obras,  se lo calificaría de expresionista y de surrealista, y por qué no, también, de realista mágico. Sea como fuere, lo cierto es que a este mago de la narrativa, que a propósito no fue reconocido durante su vida por su producción literaria  (muchos  otros  genios, injustamente, tampoco lo han sido:  Vicente   Van Gogh, Beethoven…), lo que le interesaba fue darnos a comprender, con sus escritos, que el hombre está en una constante, pero imposible y complicada lucha contra el medio, contra la realidad histórica: la sociedad mediocre e injusta, el poder económico, político y social degenerado, la administración de justicia cada vez más corrupta, la pérdida de los valores morales, en fin. En esta parte, bien valdría decirse, frente a esta serie de obstáculos, lo que algún crítico de Kafka ya lo dijo: "¿Para qué ser pájaro en un mundo lleno de jaulas?"
Aunque parezca paradójico, Franz Kafka no escribió precisamente con el afán de publicar o de sobresalir, o de buscar el  elogio de la crítica literaria de ese entonces (así lo confirman la destrucción de varios de sus escritos, y la prohibición a su amigo Max Brod para que publicase   sus   obras   maestras, prohibición que, por ventaja, no fue acatada por éste); más bien, diría que  escribía  con  el  objeto de desahogarse. Sí, de desfogar ante el   acoso de una retahíla  de adversidades por las que tuvo que pasar durante su angustiosa vida: la prepotencia de su padre, el autoritarismo de su jefe de trabajo, el fracaso amoroso, la tuberculosis... Y lo que es más, escribía, porque la literatura fue su máxima obsesión en la vida, hasta el punto de que pudo haber caído en una neurosis (¿locura?); así, en una carta diría: "...Todo cuanto   no es literatura me hastía y provoca mi odio, porque me molesta o es un obstáculo para mí..."[2] Podría decirse, entonces, que estos estímulos mortificantes (concepto éste acuñado por Segismundo Freud) sumados a sus emociones reprimidas: el miedo, la soledad, la angustia... serían "los culpables" del nacimiento del genio de la literatura y a su vez de la muerte del hombre olvidado.
Por otra parte, casi toda la obra de Franz Kafka está profundamente marcada por su angustia, que está reflejada en su narrativa; así, por ejemplo, en lo referente a un objeto en apariencia accesible, que se vuelve inalcanzable o utópico ("El Castillo"), o en una justicia corrupta que le impide comprender el sentido de la vida y de la verdad ("El Proceso"), o en la indiferencia de una familia que lo aísla por no "ser" igual a ellos ("La Metamorfosis")... Pero también es el simbolismo lo que le da grandeza    a    sus    libros,    así podríamos citar que el castillo (que da título a una de sus novelas) es la representación de una burocracia déspota; el bicho-Gregorio Samsa significaría la transformación de la conciencia de una persona que empieza a rebelarse contra las injusticias de la vida; o el simio, personaje central del cuento Informe  para  una academia, sugeriría la imbecilidad o incapacidad de ciertas personas que están al frente de instituciones culturales; o los Tribunales de Justicia de la novela El Proceso, que simbolizarían el triunfo de lo absurdo del poder que oprime a la lógica de la libertad... y así por el estilo, se podrían interpretar un sinfín de símbolos que se encuentran en su obra. No obstante, es quizá la ambivalencia o la contradicción o la ambigüedad lo que le da valor a la obra de Kafka; así, Albert Camus, dice que: “Estas oscilaciones perpetuas entre lo natural y lo extraordinario, el individuo y lo universal, lo trágico y lo cotidiano, lo absurdo y lo lógico vuelven a encontrarse en toda su obra y le dan a su vez su resonancia y su significación” [3]  Añadiremos que este autor de lengua alemana sostuvo que uno de los elementos que más influenciaron en su producción literaria fueron sus sueños. Y es así que el escritor de origen judío, nos dice: “El sueño revela una realidad que es mucho más fuerte que la imaginación. Esto es lo terrible de la vida, lo trágico del arte.”[4] Como vemos, sus sueños “reales” más su existencia “irreal” influyeron notablemente en la muerte-vida del escritor checo. Al respecto cabe preguntarse si en verdad ¿fueron sus sueños, o los escritos de él, como persona que soñó esos sueños, lo que ha perdurado hasta nuestros días? En esta parte, no está demás citar a Miguel de Unamuno: “Cuando un hombre dormido e inerte en la cama sueña algo, ¿qué es lo que más existe, él como conciencia que sueña o su sueño?[5]
Es esta, pues, la situación de este genio atormentado que no pudo acoplarse a la sociedad de su tiempo (que vivió, si se quiere, resentido y atosigado, en medio de la desconfianza y la impotencia) y que le dejó una pesimista huella en su personalidad, a tal punto de que podría haber creído que la tragedia era su destino; aunque no descartaba que algún día sería iluminado por una luz de esperanza. Albert Camus, en cierta forma, lo consolaría con estas palabras: "En esta rebelión que sacude al hombre y le hace decir: "Eso no es posible" hay ya la certidumbre desesperada de que "eso" es posible" [6]
Falta poco por hablar. Sí, solamente queda por decir que ni los terribles espectros que se agolpaban en el dédalo de su angustia, ni la sombra tenebrosa que tejió la telaraña de su muerte pudieron evitar que se apague el pensamiento lúcido de este ser humano cuerdo que vivió en medio de un mundo lleno de locos.






[1] Se considera que es uno de los que más ha influenciado en escritores posteriores a él.
[2] Franz Kafka: Int4oducció a El Proceso. Edit. Andrés Bello, Santiago de Chile, 1984, pág. 5.
[3] Albert Camus: El mito de Sísifo, Edit. Altaya, S.A. Barcelona, 1994, pág. 168.
[4] Historia Universal de la Literatura. Edit. La oveja negra, Bogotá, 1982, pág. 173.
[5] Miguel de Unamuno: La niebla. Edit. Oveja negra, Bogotá, 1983, pág. 165.
[6] Albert Camus, O. C. Pág. 169.

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