EN ANTOJO DE ESCRIBIR

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La cueva de los Tayos (Ecuador)
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miércoles, 29 de octubre de 2014

BRILLANTE MINISTRO


Por: Máximo Ortega

«¡Qué progresos! ¡Qué irrupción, desde todos los ángulos, de los rayos del conocimiento en el cerebro que despierta! ¿Por qué negarlo? Esto me hacía dichoso».
        
                              Informe para una academia
                                                   Franz Kafka.


- ...Y bien, señores, es hora de presentarles al nuevo miembro de mi gabinete de gobierno. Me refiero al doctor J. L. Martin, quien se hará cargo de la cartera de Ecología. Como bien saben, el doctor Martin tiene el privilegio de no haber nacido por inseminación artificial. Claro está, señores, que este eminente personaje se integró de lleno a la vida política hace más de dos años y como ustedes pueden ver, lo ha hecho de manera sorprendente, digna de elogio... Sí; su vertiginoso ascenso, o si se quiere evolución, dentro de nuestra sociedad ha sido asombrosa. No cabe, por lo tanto, la menor duda de que nos sabrá dar muchas satisfacciones en lo que resta de mi período... Ah, por cierto, es digno de mencionar que el doctor Martin cuenta con una sorprendente hoja de vida, siendo lo más importante su doctorado en Ecología Espacial obtenido en el extranjero… Para terminar mi intervención, vale recalcar que el doctor Martin conoce bastante sobre la situación crítica por la que está atravesando nuestra naturaleza, aparte de que también es muy entendido en cuestiones de derecho, filología antigua y diplomacia… Debemos tener mucha fe en él... Bien, no quiero seguir cansándolos... recibamos con un fuerte aplauso a mi flamante Ministro, el que se dirigirá a ustedes...                   
-Gracias, muchas gracias… Antes de proceder a presentarles mi plan de trabajo como Ministro de Ecología, quiero contarles una historia que fue la que me motivó a aceptar esta cartera de Estado. Resulta que hace un año, en mi último viaje de placer, allá por un planeta del Sistema K 981, mientras hacíamos un recorrido por una especie de centro de atracciones al mando de unos guías turísticos, alcancé a observar con sorpresa cómo los habitantes de aquel planeta maltrataban a un homo sapiens, cada vez que pasaban por su lado. Con cierto recelo, después que conversé con el resto de mi grupo, pedí a los guías, en el idioma de los habitantes de la comunidad de Eradne, que nos dejasen acercar para observar a aquel humano que se encontraba ubicado al fondo del local. Mientras nos acercábamos nos pidieron que no nos pasásemos de una línea blanca detrás de la cual estaban unos jóvenes habitantes de ese planeta. Al llegar a su lado nos causó sorpresa el hecho de que le estuvieran rociando al pobre humano con un líquido que le producía llagas, todo con el afán de divertirse, y sin que nadie dijera nada. Me puse triste. Como saben, los humanos son diferentes a nosotros, pero no por ello podemos negar la estrecha relación que tuvieron con nosotros, aunque, eso sí, una relación cruel… No hace falta recordarles los trabajos humillantes a los que nos tenían condenados desde antaño. Claro que uno que otro de los nuestros, no lo negamos, alguna vez sí llegó a tener un buen trato, e incluso alcanzó la gloria. No en vano la historia nos cuenta de un tal Bucéfalo… y, es más, hasta en esos libritos de ficción se hablaba de un tal Rocinante, en fin… uno hasta llegó a ser cónsul… no recuerdo su nombre…  Pero bueno, volviendo al tema, esos seres de Eradne gozaban torturando al infeliz humano, que por cierto, era grande y de pelaje blanco. En verdad que me dio pena mirar aquel sádico espectáculo… y digo pena porque ya suficiente castigo debió de haber tenido, al igual que los de su especie, con lo del destierro masivo del que vienen siendo víctimas desde hace muchos años. Recordarán ustedes que éstos, que no son muchos, sistemáticamente fueron dispersados por casi todos los rincones del universo con el propósito de evitar que se junten, apareen… y lo que es peor, vuelvan a provocar guerras… Sabemos todos que antaño los humanos dominaban a todas las especies que poblaban este, nuestro planeta, pero que por su maldad, egoísmo, hipocresía, racismo entre ellos mismos, les ha ido mal, muy mal… Cuando veía a aquel humano sufrir en demasía, el que para aquellos jóvenes y para los que me acompañaban no pasaba de ser un bicho raro, me sugestionaba a tal punto que tenía la impresión de ser yo mismo quien padecía dicha tortura. ¿No será porque nuestro código genético es parecido al de los humanos?… Bueno, lo cierto es que mientras todos observábamos en silencio, algunos sonrientes, el desgraciado se quejaba de forma espantosa por aquel líquido que le producía llagas. Y puesto que su idioma era ininteligible, más que hablar, aullaba. Con disimulo planté mi vista en uno de los torturadores que parecía ser el mayor. Surtió efecto puesto que codeó al uno, cogió del brazo al otro y se alejaron. El homo sapiens, que tenía ojos claros, se tranquilizó. Luego, como reconociendo en mí a alguien familiar que alguna vez vivió junto con los de su especie, me dirigió una serie de gestos, al tiempo que articulaba palabras algo inteligibles, sobre todo monosílabos. Por lo visto trataba de comunicarse conmigo, sin lograrlo. Los que me acompañaban mostraban cierta sorpresa ante lo que estaba ocurriendo. El humano, con desesperación, se esforzaba por escapar de esa especie de jaula en la que le habían puesto. A ratos me daba ganas de intervenir en su favor, de pedir que lo dejasen en libertad, pero no podía, por obvias razones. Así, pues, momentos después, en vista de que teníamos que ajustarnos a lo programado en el viaje de turismo, pedí a uno de los guías continuara con el recorrido, lo cual fue bien visto por todos. Estábamos retirándonos cuando logré oír unas cuantas palabras que me sonaron algo conocidas, palabras que alguna vez en nuestros archivos interactivos creo haberlas escuchado. Me detuve y con rapidez me volví hacia el humano. Los demás seguían avanzando. Al mirarlo con detenimiento el humano tenía la boca cerrada. Creí que las palabras que había oído eran pura imaginación mía. Sin embargo, a los pocos segundos, con sorpresa, empecé a escuchar unas pocas palabras que salían de su boca y que para mí no fueron difíciles de entender. Sentí la necesidad de conversar con él como quien averiguaba algo más sobre esta especie… Sin contratiempos pedí permiso al jefe de los guías, que supervisaba aquel paseo espacial, para acercarme hasta el humano. Aceptó de mala gana y con la condición de que me acompañara un guía… No tuve más remedio que limitarme solamente a escuchar a aquel humano desnutrido y lleno de heridas, cortes y llagas en todo su cuerpo desnudo… Por ventaja me habló en voz baja, temía que el guía pudiera entender lo que hablaba. Me pidió que intercediera para que lo liberaran y aceptaran como programador de computadoras en cuarta dimensión, o como reparador de robots para ancianos, que eran trabajitos que nadie quería hacerlos… Que su anhelo era superarse intelectualmente en favor de las ideas pacíficas… que odiaba las guerras ya que también por culpa de éstas, que eran constantes y de gran magnitud, colapsó su especie… Concluyó que no perdía la esperanza de algún día, junto con otros de su especie, formar una nueva y mejor civilización, aunque fuese en el más alejado de los planetas deshabitados del cosmos, puesto que el planeta Tierra, que ahora es de nosotros los caballos, hacía muchos años que había dejado de pertenecerles…